El lojano Erik Espinosa fue la estrella de esta tercera edición. El evento clandestino ha tomado fuerza en Quito.

Puño Limpio volvió a dejar claro que no es un show de luces con un ring y árbitros de corbata. La tercera edición tuvo cinco combates con sangre chorreando en el tatami, narices fracturadas y un público que no se despegó de la adrenalina.

Como dijo Dylan Ramos, el organizador: “Nadie se aburrió, todos estaban viendo cómo se sacaban la madre”.

El ambiente era de calle. Nada de guantes, solo vendas en los nudillos, gritos las esquinas y celulares grabando cada puñetazo. Los golpes sonaban como un martillazo contra el orgullo. No había espacio para los delicados porque el que se metía al tatami sabía que iba a salir con moretones, los huesos rotos y chorreando sangre.

Ariel Silva salió con los ojos hinchados y algunos cortes en el rostro. Se enfrentó a Erik Espinoza en la categoría de los 75kg y, aunque fue derrotado, mostró valentía y envío un mensaje motivador. Llegó al combate luego de una lucha más difícil: la adicción a las drogas.

Algunos participantes salieron ensangrentados luego de su pelea.

Y este fue su primer paso para tumbar ese pasado turbio y volverse, paradójicamente, en un vicioso a las peleas a puño limpio.

Joel Arévalo fue el réferi oficial y lo vivió desde ‘el ojo del huracán’. Le tocó frenar mañas y parar peleas que se iban de largo. La más dura fue cuando Kevin Rumipamba se llevó un golpe en la nariz y esta se le viró. “Eso ya era fractura. Si lo dejaba seguir, contra un rival más pesado lo dejaban peor”, contó el árbitro.

El oponente fue Steven Manobanda, un esmeraldeño que, pese a la altura, mostró como meten ‘quiños’ los de la provincia verde. Gano con facilidad y quería más sangre.

Lo anecdótico en Puño Limpio

Pero Puño Limpio también mostró la picaresca del barrio. Hubo intentos de agarrones, jalones de cabello y clinch ilegal. Esa fue la pelea entre Wilson ‘el loco’ Muñoz contra Israel Valenzuela que se extendió por dos rounds más.

En esta edición se realizaron varias categorías según el pesaje.

Ambos ya habían participado en otras ediciones de Puño Limpio y supieron mostrar que esta disciplina tiene furia y crudeza reales sin adornos.

El peleador más destacado

La gran sorpresa vino desde Loja. Erik Espinoza, un luchador que se inscribió casi a última hora y peleó sin descanso. Se metió en dos categorías y salió campeón en ambas. Invicto. Sin una herida en el rostro. Humilde y concentrado en cada golpe. Versátil.

Dylan lo bautizó como “el salvador de la noche”. La gente lo aplaudió como héroe, y su garra dejó la puerta abierta para que Puño Limpio se replique en su tierra.

Y es que Puño Limpio no es solo un torneo: es un espejo del barrio. Es adrenalina pura, es sudor mezclado con sangre, es la demostración de que en la calle también hay disciplina, honor y espectáculo. Aquí nadie se guarda nada. Se pelea, se sangra y se celebra que la calle sigue viva.