La Fundación Música de la City culminó su preincubación de artistas emergentes, seleccionando 19 de 417 aplicantes para un proceso de 3 meses que incluyó mentorías y la grabación de sesiones en vivo.
Lo que el público ve son 19 sesiones en vivo impecables, diversas y con una calidad audiovisual que compite con producciones internacionales. Lo que no se ve es el monumental esfuerzo de gestión, un presupuesto de casi 90.000 dólares y un equipo de expertos trabajando en paralelo para hacerlas realidad.
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La Fundación Música de la City, liderada por el legendario músico y productor Hugo Ferro (Chaucha Kings), ha marcado un antes y un después en la profesionalización de la escena emergente quiteña. Su segunda gran actividad como fundación fue este proyecto piloto que, según Ferro, es pionero en la región en cuestión de formato y método.
Un filtro de calidad puro
El primer desafío fue seleccionar el talento. La convocatoria fue abierta con condiciones claras: residir en Quito y tener un proyecto musical de más de un año. «Si aún no han podido consagrarse dentro de la música, son bienvenidos», explica Ferro.
La respuesta fue abrumadora: 417 artistas de todas partes de la ciudad aplicaron, superando por mucho las expectativas a las que apuntaba este proyecto. Los participantes empezaron audición virtual rigurosa: «Necesitábamos escuchar a la banda tocando sin ningún tipo de postproducción (…) para constatar la calidad de músicos», detalla Ferro.
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Esto con la intención de diferenciarlos de aquellos que ya poseen una trayectoria definida o aquellos que aún ven la música como un hobby. La selección final de 19 proyectos no la hizo la fundación, sino tres curadores externos, incluyendo un especialista en marketing musical y un creador de escuelas de negocios de Londres.

La inversión detrás del arte
Este proyecto se financió con el apoyo de la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito y capital de la propia fundación, que opera sin ánimo de lucro. El presupuesto, cercano a los 90.000 dólares, cubrió mucho más que las grabaciones.
Durante tres meses, los artistas recibieron capacitaciones de más de 15 expertos, mentorías personalizadas «one-to-one» y se financió la creación de una metodología formal para replicar el proceso. «Era aplicar el sistema de una incubadora de PYMES en la industria musical», aclara Ferro.
Esto implica educación integral en producción de contenidos, puesta en escena, legislación relacionada a la industria y capacitación económica para lograr que sus proyectos se vuelvan sostenibles en el tiempo.
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Producción al nivel «Tiny Desk»
La joya de la corona son las sesiones en vivo que se pueden ver en la página de YouTube de la fundación, fueron una proeza logística. «Se trabajó con cinco equipos de producción en paralelo», afirma Ferro.
Esto incluía un equipo de sonido en vivo con monitoreo in-ear de última tecnología; un equipo de grabación multitrack separado; un equipo audiovisual con director de fotografía y multi cámaras; y un equipo de dirección de arte que diseñó un escenario distinto para cada artista.

Ferro es enfático en que el resultado es 100% real. «Todo lo que tú ves… es en vivo». Se compara con un «Tiny Desk Concert», pero con escenarios dedicados. Se grababan varias tomas completas y se elegía la mejor, sin trampas de estudio igual que en el ejercicio profesional de las grandes productoras.
Este piloto no solo visibiliza a 19 bandas, sino que deja una metodología probada y sube el estándar de cómo la gestión cultural puede, y debe, impulsar el talento local.
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