Antonella Bardellini Mocha, abogada de 23 años, se presenta como candidata a Reina de Quito impulsada por un profundo «cariño a la ciudad». Su motivación es clara: usar la plataforma social para abordar las falencias de la urbe.

En el escenario de la elección de Reina de Quito, donde la vocación de servicio es el centro de la contienda, la figura de Antonella Bardellini Mocha resuena con una mezcla de juventud, profesionalismo y un innegable espíritu altruista. A sus 23 años, recién graduada de Derecho, Antonella eligió posponer un trabajo remunerado por una causa mayor y dedicar un año a la labor social.

Este anhelo ya la había llevado a buscar oportunidades de voluntariado en lugares tan lejanos como la Amazonía y Galápagos. Sin embargo, una conversación con su padre, un médico pediatra voluntario de una fundación, reorientó su camino directamente hacia la corona.

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Antonella se postuló por «cariño a la ciudad», entendiendo que amar a Quito implica no solo destacar sus virtudes sino «reconocer que hay muchas falencias». Ella ve la Fundación Reina de Quito como la plataforma ideal para generar un aporte directo en esas carencias, sin las ataduras de la política formal (área que incluso estudió por dos años).

Durante su vida ha participado como voluntaria en varios programas

Su proyecto social es una extensión de su trabajo previo: brigadas médicas enfocadas en oftalmología en alianza con Metrofraternidad. Además de la logística, Antonella se define a si misma como «guagüera». Durante las brigadas, su misión es entretener a los niños con dinámicas y juegos, mientras su padre y los doctores atienden las consultas médicas. Esta experiencia en acción social se forjó desde sus años de colegio, cuando participaba activamente en misiones.

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A pesar de que el certamen es una «competencia», Antonella describe una dinámica de «sororidad» y cariño entre las diez candidatas. La convivencia, que comenzó con «un silencio sepulcral» en la buseta, evolucionó con el paso de los días a diálogos sobre maquillaje, detalles y, finalmente, emociones compartidas.

De hecho, una reciente clase sobre sororidad las llevó a terminar «todas llorando», abriendo aún más la confianza en el grupo. Ella se define como una persona naturalmente competitiva (la que «no se levanta» de la mesa hasta ganar un juego), pero asegura que su mentalidad está en disfrutar cada día al máximo. Sabe que hay más posibilidades de perder que de ganar, y precisamente por eso busca que esta sea una «experiencia única».

La joven contó que se ha exigido para el certamen Reina de Quito

A pocos días de la noche final, Antonella confiesa llevar una presión autoimpuesta. Cada mañana, un ritual diario en su espejo le recuerda su meta, su frase de poder («Soy suficiente» o «Recuerda que lo estás haciendo bien») y la cuenta regresiva exacta de los días que faltan para el certamen.

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El mayor desafío quece en su futuro, en caso de ganar, no es la dificultad del trabajo, que ya es parte de su vida, sino el peso de la historia. Ponerse la corona, dice, significa asumir el peso de «40 años de historia de la fundación detrás», además de enfrentarse a la «presión social» y a la «mirada de todo el mundo». No obstante, Antonella está lista para honrar esa historia, enfocada en lucirse y vivir una noche inolvidable, con o sin la corona.

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