La doctora María Paula Andrade, de 26 años, tras años de soñar con la corona y recién culminado internado en medicina se arriesga con su plataforma «Cuidar a quien te cuida».

Cuando María Paula Andrade del Pozo habla de la corona de San Francisco de Quito, no lo hace con la ligereza de un capricho, sino con la convicción de un sueño largamente postergado.

A sus 26 años, recién graduada de Doctora en Medicina y con un internado finalizado en el Hospital de la Policía, esta quiteña ha pasado de las extenuantes jornadas hospitalarias a los reflectores del certamen. “Yo quise ser reina de Quito toda mi vida. Desde que tengo uso de razón,” confiesa.

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Este anhelo, que tuvo que esperar a la culminación de su larga carrera universitaria, no es una pausa, sino una extensión directa de su vocación.

La medicina le exigió dos años de voluntariado, una experiencia que consolidó su profunda empatía. “A mí me gusta hacer el bien sin mirar a quién”, sentencia, una filosofía que la impulsa a buscar la corona con una misión clara.

La autenticidad es uno de los atributos que más destacan en María Paula.

Busca trabajar día y noche por los demás, sin necesidad de reconocimiento social, sino por mera satisfacción personal. Su candidatura, aplicada casi en secreto mientras estudiaba el examen CACES, fue una sorpresa incluso para ella misma y, curiosamente, para sus padres ingenieros, quienes vieron con recelo la gran exposición mediática.

El proyecto que la ha llevado a las finales es una resonancia de su vida profesional: “Cuidar a quien te cuida”. Este nace de la observación cercana de cómo las enfermedades catastróficas o condiciones como el Síndrome de Down transforman la vida de los familiares.

Es un tributo a las madres y cuidadores que dan un giro de 180 grados a sus vidas, dejando de ser ellas mismas para priorizar a otro. “Se deja de poner uno en primer lugar”, explica.

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El programa se enfoca inicialmente en 75 familias de un centro terapéutico, abarcando desde la nutrición y estimulación temprana en los «mil primeros días de vida». Más allá de lo médico, el proyecto es un espacio de apoyo mutuo, enseñando a los cuidadores a priorizarse sin culpa para reencontrarse con su equilibrio interior.

La meta de María Paula no es solo el centro, sino darle una visibilidad mucho más grande a esta labor esencial y a menudo invisible.

Sin preparación mediática, la doctora Andrade apuesta por la autenticidad, la única forma de presentarse en el certamen.

La Doctora Andrade se distingue de sus compañeras por su atípica procedencia. “La mayoría son abogadas, comunicadoras o periodistas. Yo lo único que tengo es el hecho de tratar con personas, pero de otra manera”, comenta. Esto se traduce en una inexperiencia mediática que, irónicamente, se ha convertido en su mayor fortaleza, la autenticidad. “Literalmente aquí estoy siendo yo”, asegura.

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Mientras otras candidatas se han preparado con coaches durante años, ella se siente sin la presión de agradar o de ser alguien que no es. Para una persona cuya vida laboral se rige por crocs o zapatos cómodos, la mayor fuente de estrés de un posible reinado no es la responsabilidad social, sino lo que ella considera lo más banal, los tacones y el maquillaje excesivo. Pero este temor menor subraya su compromiso genuino. María Paula no busca ganar a toda costa para ella, haber llegado a las finalistas ya es un triunfo.